
QUITO, Pichincha
El verano quiteño llegó acompañado de un espectáculo natural: la floración de los arupos. Estos árboles, de flores rosadas, lilas y blancas, adornan calles, plazas y parques de la capital, convirtiéndose en protagonistas del paisaje urbano durante agosto y septiembre.
La noche del lunes 11 de agosto, Erika López se dirigía al Centro Histórico para cenar con amigos cuando un arupo en plena floración, iluminado por las farolas de la Plaza Grande, detuvo su andar. “Me dio paz. Quise guardarlo para siempre”, relató tras fotografiarlo con su celular.
Origen y expansión de la especie
El investigador Eduardo Peralta explica que el arupo es originario de Loja y del norte de Perú, donde crece en bosques secos. Con el tiempo se adaptó al clima de la Sierra y se expandió hacia provincias como Azuay, Tungurahua y Carchi. Hoy forma parte del entorno urbano de ciudades como Quito, Cuenca y Ambato.
Su ciclo de floración dura alrededor de 40 días y, en Quito, alcanza su máximo esplendor entre agosto y septiembre. Sus flores suelen caer alrededor del 21 de septiembre, marcando el final de la temporada.
Valor cultural y turístico
La botánica Cecilia Puertas sostiene que el arupo trasciende lo ornamental: “Marca un momento especial del año. Atrae turistas, genera movimiento económico y recuerda la importancia de proteger especies nativas”.
En la Plaza Grande, su contraste con la arquitectura colonial lo convierte en un atractivo fotográfico para visitantes nacionales y extranjeros.
Cada ciclo despierta memorias y emociones. Carla Samanate, estudiante de Medicina, asocia la floración con sus vacaciones escolares y los paseos con su abuela por el centro de Quito.
Mientras tanto, Andrés Villacís, taxista, asegura que, pese al apuro de la ciudad, siempre encuentra un instante para admirarlos: “Uno puede estar estresado, pero los arupos llaman la atención y dan respiro”. (I)
