
En Ecuador, la violencia de género continúa siendo una emergencia social y emocional que afecta profundamente el bienestar psicológico de las mujeres y sus familias.
Entre enero y octubre de 2024 se registraron 1.072 muertes violentas de mujeres, de las cuales 274 fueron feminicidios, según datos del Consejo de la Judicatura y el Mapeo de Femicidios del Ecuador.
Las provincias con mayor incidencia fueron Guayas (76 casos), Manabí (39) y Los Ríos (24), concentrando la mayor parte de los asesinatos por razones de género.
Impacto emocional
Desde la psicología social y comunitaria, la experta Gabriela Llanos, docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UISEK advierte que el impacto emocional de la violencia de género es devastador.
“Las sobrevivientes enfrentan ansiedad, depresión, estrés postraumático y pérdida de autoestima, mientras que los hijos e hijas sufren graves secuelas afectivas y de desarrollo”, sostuvo Llanos.
Y advirtió que la violencia psicológica, presente en el 56,9% de las mujeres a nivel nacional según el INEC, “es la forma más frecuente y también la más invisibilizada, perpetuada por la normalización cultural del machismo y los roles tradicionales de género”.
Las barreras emocionales que dificultan la denuncia como el miedo a represalias, la culpa, la dependencia emocional o la desconfianza institucional siguen siendo factores críticos que limitan la búsqueda de ayuda.
Atención integral
Aunque el Estado ha implementado unidades de atención integral y el sector privado ofrece terapias especializadas, la cobertura es insuficiente y la articulación entre instituciones aún presenta vacíos.
Además, la violencia digital incluyendo ciberacoso y sextorsión emerge como una nueva amenaza para la salud mental de mujeres jóvenes, afectando su autoestima y generando cuadros de ansiedad y aislamiento.
Los factores culturales y estructurales también determinan la vivencia de la violencia, las mujeres indígenas, afroecuatorianas, migrantes, con discapacidad o LGBTIQ+ enfrentan discriminación, estigmatización y falta de servicios adaptados a sus realidades.
Frente a ello, organizaciones de la sociedad civil como Surkuna y el Observatorio Ciudadano para la Prevención y Erradicación de la Violencia de Género cumplen un papel fundamental en la formación, acompañamiento legal y sensibilización comunitaria, impulsando un cambio cultural y la transformación de políticas públicas con enfoque interseccional. (I)
