
Por José Chica Pincay, docente e investigador
En sus primeros actos oficiales como presidente, Daniel Noboa enfrenta un escrutinio mixto que oscila entre la crítica y el reconocimiento. Desde el momento de su posesión, caracterizado por un tono formal y una sorprendente brevedad, la atención pública se ha centrado en sus primeras acciones y decisiones.
La formalidad y solemnidad que se esperan en el día de la toma de posesión contrastan con la decisión del presidente de optar por la brevedad, sugiriendo quizás una intención de mantener un enfoque directo y eficiente en sus comunicaciones.
Sin embargo, la descripción de su sonrisa nerviosa añade una capa de interpretación crítica, sugiriendo que el desempeño inicial de Noboa podría estar siendo evaluado con escepticismo.
El uso de expresiones como «decenas de decretos después» y «intentar enviar mensajes fuertes, potentes», revelando una cierta desconfianza hacia las acciones y decisiones del nuevo presidente. Este enfoque crítico se intensifica al describir un desaire por parte de una vicepresidenta, indicando la existencia de una agenda política separada.
La decisión de enviar a la vicepresidenta a Tel Aviv se presenta como una medida dura y, según el criterio, refleja la autoridad única de Noboa para tomar dichas decisiones.
La incertidumbre se manifiesta en la pregunta «¿Bueno o malo?», dejando la evaluación de las acciones de Noboa para el futuro. Esta ambigüedad refleja la falta de confianza en las decisiones del presidente, sugiriendo que la población está esperando ver los resultados de sus acciones para formar juicios definitivos.
La dualidad en la derogatoria o la decisión de cambiar la tabla de consumo relacionada con la venta escolar de drogas revela una postura crítica y cautelosa. Aunque se reconoce como «aplaudible» desde la perspectiva de las víctimas, se destaca la preocupación por las implicaciones futuras, sugiriendo que se requieren otras herramientas para abordar el problema del microtráfico.
La suspensión de la concesión del quinto puente se interpreta como una acción política más que técnica, contribuyendo a la creciente desconfianza hacia las decisiones gubernamentales anteriores. Los cambios en jefes militares, reformas económicas y reuniones con antiguos rivales se describen como elementos de una agenda intensa y controversial.
La aplicación de la teoría del «golpe de timón» sugiere que Noboa está adoptando medidas arriesgadas y necesarias en medio de una crisis social y económica profunda. Sin embargo, la afirmación de que la crisis está «destrozando al país» proyecta una visión negativa de la situación actual.
Las primeras acciones del «noboísmo» se caracteriza por intensidad y controversia, reflejando una actitud crítica y negativa hacia la realidad política y económica. El presidente Noboa, con su enfoque audaz, enfrenta el desafío de cambiar la percepción pública y demostrar la eficacia de sus medidas en medio de una nación que anhela soluciones concretas a la brevedad posible. (O)
