
WENXIAN, China
San Marcos Ji Tianxiang vivió una contradicción profunda: fue adicto al opio durante décadas, no recibió los sacramentos por años, pero murió con una fe inquebrantable y fue canonizado santo y mártir. Su vida, marcada por el sufrimiento y la perseverancia, ofrece un testimonio poderoso sobre la gracia divina que actúa incluso en los más marginados.
Tianxiang nació en el siglo XIX, en una familia cristiana en China. Era médico y un líder respetado en su comunidad, conocido por atender gratuitamente a los más pobres. Sin embargo, una enfermedad estomacal crónica lo llevó a consumir opio como tratamiento, lo que derivó en una adicción severa. En aquel tiempo, la adicción era vista como una vergüenza pública más que como una enfermedad, y su lucha fue malinterpretada.
Tianxiang
Pese a sus esfuerzos constantes por dejar la droga, Tianxiang recaía una y otra vez. Se confesaba con frecuencia, pero su sacerdote —al igual que la mayoría de su época— creía que no mostraba verdadero propósito de enmienda, por lo que le negó el acceso a los sacramentos. Finalmente, le pidió que no regresara hasta mostrar una conversión real.
Durante treinta años, Tianxiang permaneció excluido de los sacramentos, pero nunca de la Iglesia: siguió asistiendo a misa y rezando con devoción.
Durante ese tiempo, pidió a Dios una sola gracia: morir mártir, como único camino hacia la salvación. En 1900, durante la persecución de los bóxers, las autoridades lo arrestaron junto a su hijo, seis nietos y dos nueras. A pesar de su fragilidad y su adicción activa, Tianxiang nunca renegó de su fe. Su nieto le preguntó, antes de ser ejecutados: “Abuelo, ¿a dónde vamos?” Él respondió con firmeza: “Vamos a casa”.
Pidió ser ejecutado al final para acompañar a cada miembro de su familia en sus últimos momentos. Tras presenciar las decapitaciones, caminó hacia su muerte cantando la letanía de la Virgen María. Murió sin haber vuelto a comulgar en tres décadas, pero con la certeza del amor de Dios.
El papa Juan Pablo II canonizó a san Marcos Ji Tianxiang en el año 2000, junto a otros 119 mártires chinos. Su historia rompe prejuicios religiosos y recuerda que la santidad no exige perfección, sino fidelidad y amor. Su fiesta se celebra cada 9 de julio.
En un mundo que aún estigmatiza a quienes sufren adicciones, su ejemplo se alza como un faro de esperanza. Hoy, muchos fieles invocan su intercesión por quienes luchan contra las drogas o viven alejados de los sacramentos. San Marcos Ji Tianxiang nos recuerda que Dios no rechaza a los que caen, sino que levanta a quienes, pese a todo, siguen amándolo con todo el corazón. (I)
