
Por Elio Ortega Icaza
En la inmortal pieza de Shakespeare, La tempestad, Calibán surge como un personaje que encarna la tensión entre lo “salvaje” y lo “civilizado”, pero también como espejo de las dinámicas de poder que acompañaron la expansión colonial europea.
Visto desde la perspectiva del Derecho Romano, matriz jurídica de Occidente, su figura revela un debate jurídico y moral que aún interpela a nuestro tiempo. El habitante originario y la llegada del “ius imperii” Calibán, hijo de la bruja Sycorax, es el nativo de la isla antes de que Próspero y su hija Miranda naufraguen en sus costas.
La llegada de Próspero, no solo representa un encuentro de mundos, sino la imposición de un dominium semejante al romano: el poder de ocupar, gobernar y disponer de territorios considerados res nullius, cosas de nadie.
Así como Roma justificaba la conquista de tierras “sin dueño” bajo el ius gentium, Próspero reclama un derecho natural de soberanía sobre la isla y sobre su habitante, convirtiendo a Calibán en siervo.
Monstruo o víctima:
El estatuto jurídico del “otro” Shakespeare, presenta a Calibán con doble rostro: por un lado, el “monstruo” deforme que intenta violentar a Miranda; por otro, el sujeto esclavizado que maldice su opresión con un lenguaje de sorprendente elocuencia.
En clave romana,
Su condición recuerda la figura del servus, el esclavo que no es considerado persona plena, sino instrumento de trabajo (instrumentum vocale).
La brutalidad que se le atribuye opera como justificación de su sometimiento, del mismo modo que el Imperio romano veía en la barbarie una excusa para la dominación.
Colonialismo y resistencia
Calibán simboliza la ambigüedad del colonizado: sometido por la fuerza, pero nunca silenciado. Sus maldiciones y su deseo de recuperar la isla lo convierten en una voz de resistencia que anticipa las luchas anticoloniales.
Desde el prisma del Derecho Romano, su historia cuestiona el supuesto “derecho” de conquista y revela que el ius imperii sin justicia degenera en pura fuerza.
Más que un monstruo, Calibán es un recordatorio de que toda ley que niega la dignidad del otro termina por exhibir su propio rostro de tiranía. ¡Y el tiempo sigue su marcha…! (O)
