Por José Chica Pincay, docente e investigador
En el epicentro de una batalla legal que ha captado la atención pública se encuentra Gabriela Goldbaum, exesposa del presidente Daniel Noboa. En un desgarrador intento por reunirse con su hija de cinco años, Luisa Noboa Goldbaum, ha interpuesto una solicitud al juez de Samborondón, Fausto Inca Arellano, exigiendo que la pequeña regrese a su hogar materno de manera inmediata.
La súplica de Gabriela no es solo un clamor desesperado, sino el eco de un calvario que ha enfrentado desde que su exesposo partió en una gira por Europa, dejándola separada de su hija. Esta solicitud, meticulosamente detallada, busca garantizar que Luisa sea entregada a su madre después de la jornada escolar, solicitando la intervención de la Dinapen y el equipo técnico de la Unidad Judicial de Samborondón para asegurar su cumplimiento.
La historia de Gabriela Goldbaum es un testimonio vivo en la lucha por recuperar a su hija. Ella denuncia las irregularidades que rodean su caso, destacando el vacío dejado por la ausencia paterna y la presencia constante de la actual esposa de Daniel Noboa.
Esta lucha por la custodia no es nueva para Gabriela, quien en el pasado ha enfrentado obstáculos similares. Su voz se alzó en una entrevista reveladora con Andrés López, donde expuso la verdad sobre la relación con el presidente. Sin embargo, sus advertencias fueron ignoradas hasta que los eventos recientes sacudieron la conciencia pública.
Mientras Gabriela espera el retorno de su hija, Lavinia Valbonesi, la actual esposa de Daniel Noboa, ha compartido imágenes con la pequeña en un gesto que resalta la tensión emocional subyacente en este drama familiar. Esta situación, aunque personal, resuena en un nivel más amplio, señalando las fallas sistémicas dentro del sistema judicial y la lucha continua contra el abuso de poder.
La tragedia de Gabriela Goldbaum refleja una dolorosa realidad para muchas mujeres atrapadas en un sistema que a menudo ignora su sufrimiento. Su batalla no solo es por ella misma, sino por todas las madres que han sido víctimas de la injusticia y la misoginia. Es un recordatorio de la necesidad de apoyo y solidaridad en tiempos de crisis.
En un día que debería ser de celebración, el Día de la Madre se convierte en un recordatorio amargo para Gabriela Goldbaum, quien enfrenta la traición y la persecución en lugar de la alegría y el reconocimiento que merece.
Su historia sirve como un llamado de atención a la conciencia colectiva, instando a una reflexión profunda sobre el papel de la justicia y la responsabilidad moral en nuestra sociedad.
Es fundamental que no solo escuchemos, sino que también actuemos en solidaridad con Gabriela Goldbaum y todas las mujeres que enfrentan situaciones similares.
Insto a nuestros lectores a ser conscientes de las injusticias que ocurren a nuestro alrededor y a comprometerse a ser agentes de cambio en la lucha por la equidad y la justicia. Juntos, podemos hacer la diferencia. (O)
