La primera infancia: el latido que puede cambiar el mundo

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Por Johnny Alvarado Domínguez

“La urgencia de implementar políticas públicas que protejan a los niños en sus primeros años de vida es cada vez más apremiante. Atender esta etapa crucial no solo contribuye a formar adultos sanos y emocionalmente estables, sino que también sienta las bases para construir una sociedad más justa, equitativa e inclusiva.”

Un largo y oscuro pasillo conduce al cuarto en donde habita Stefani Alejandra, una menor de 5 años que padece desnutrición crónica y déficit de atención en el aula. La pequeña convive junto a su mamá y abuela en las casas colectivas de Guayaquil, en el centro sur de la ciudad, un vestigio arquitectónico que data de los años 60 y que fue construido para albergar a las clases populares.

Por el cuarto, que luce muy descuidado y cuyos pasillos de ingreso son pestilentes e intransitables, su familia paga 120 dólares al mes. Su padre abandonó a su madre apenas conoció de su embarazo, tanto así que la menor no conoce a su progenitor.

Stefani queda al cuidado de su abuela, una mujer de 80 años que aún se gana la vida cosiendo ropa, mientras su madre trabaja como empleada doméstica más de 12 horas al día, por 470 dólares al mes (el salario básico en Ecuador).

María Claudia, mamá de la pequeña, cuenta que hace cinco meses le diagnosticaron a su hija desnutrición crónica en una consulta del Ministerio de Salud Pública. En el lugar, luego de varios exámenes de laboratorio, el médico determinó que su cuadro requería ayuda inmediata y, a la vez, fue derivada a una psicopedagoga. Ante el diagnóstico de desnutrición crónica, las posibilidades de déficit de atención aumentaban.

El informe médico final determinó que tenía un retraso severo en el crecimiento (talla baja irreversible), además de déficit cognitivo y neurológico, lo que compromete no solo la disminución del coeficiente intelectual, sino que también genera mayor riesgo de abandono escolar y bajo rendimiento académico.

El panorama es muy alentador para la pequeña Stefani, tomando en cuenta que la Constitución del Ecuador, en el artículo 44, reconoce a los niños, niñas y adolescentes como grupo de atención prioritaria, y además establece que el Estado, la sociedad y la familia deben garantizar su desarrollo integral. Sí, alentador si nos regimos por lo que la ley establece, pero desolador frente a la realidad que se vive en el país.

Para la nutricionista Natalia Quiroz, la problemática que viven el 20,1 % de niños menores de dos años es compleja, pues ellos sufren de desnutrición crónica, según la Encuesta Especializada sobre Desnutrición Infantil (ENDI 2022–2023).

Pero el asunto no termina en el diagnóstico. Agrega que la desnutrición crónica es, tal vez, la arista más visible y combatida de los problemas que enfrentan los niños en su primera infancia, cuya edad va de 0 a 6 años. La problemática abarca áreas como la educación inicial, salud y nutrición, crianza con amor y atención integral; estas dos últimas, invisibilizadas en la sociedad ecuatoriana.

Sin embargo, ante la necesidad y la importancia que tiene la primera infancia para los niños de una nación, en el 2021 el gobierno del expresidente Guillermo Lasso lanzó oficialmente el plan “Ecuador Crece sin Desnutrición Infantil”, con una inversión de USD 1.765 millones hasta este 2025, que incluye bonos para madres, atención médica gratuita y readecuación de centros de salud en donde se les brinde atención prioritaria.

Un plan que abriga esperanzas

Aunque el plan está vigente, los resultados son escasos. La desnutrición en el país no da tregua, y una prueba rotunda es el caso de Stefani Alejandra. Ella forma parte del 17,5 % de niños de 3 a 5 años que, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, sufre desnutrición crónica, lo que afecta su crecimiento físico y desarrollo cognitivo.

La ya citada María Claudia, madre de la menor, asegura que, aunque el Ministerio de Salud Pública le presta ayuda en las consultas, los medicamentos no los provee, y eso limita su recuperación. Añade que la menor tiene problemas de aprendizaje, mayor vulnerabilidad a enfermedades y se prevé un bajo rendimiento escolar en etapas posteriores.

Según el sociólogo Homero Ramírez, exdirector de la Escuela de Sociología de la Universidad de Guayaquil, la desnutrición es solo el problema de mayor visibilidad social y el que más repercusión tiene en la vida de un infante, pero no el único. Asegura que la primera infancia juega un rol trascendental en la vida de un niño, porque es ahí cuando se puede mejorar el desempeño escolar y proyectar una mejor calidad de vida.

“Según un informe conjunto de Unesco y Unicef, publicado en este 2025, invertir en los primeros años de vida no solo mejora el desarrollo cognitivo y emocional de los niños, sino que también genera un retorno económico significativo, especialmente en contextos vulnerables.”

El documento que refiere Ramírez añade que la cifra del retorno de hasta 17 dólares por cada dólar invertido en la primera infancia se basa en estudios previos como los de James Joseph Heckman (Premio Nobel de Economía en el año 2000) y en análisis longitudinales que demuestran cómo la inversión temprana reduce costos futuros en salud, educación remedial y justicia social.

Pero el asunto no queda ahí, dice el también sociólogo y economista Robert Párraga, porque está demostrado que una atención prioritaria en los primeros años de vida redunda en una serie de beneficios para los niños y los contextos sociales en donde se desarrollan.

Por ejemplo, enfatiza Párraga, el cuidado de los niños —es decir, el papel de los cuidadores— es preponderante en el desarrollo infantil, porque genera perseverancia, autorregulación y empatía, y aquello es valioso en su desarrollo cognitivo.

Primeros años de vida

“Las habilidades se forman en los primeros años de vida, y su fortalecimiento —es decir, el cuidado que tengan los menores, sumado a la alimentación— tiene efectos intergeneracionales que impactan no solo a los pequeños, sino también a sus hermanos y progenitores. Aquellos niños que reciben atención temprana tienen un mejor desempeño escolar y un alto porcentaje de concluir sus estudios superiores, acceder a un empleo de calidad y, a la vez, mejorar sus condiciones de vida. En otras palabras, se garantiza una mejor calidad de vida atendiendo a los menores desde la primera infancia.”

Heckman, en su análisis, sostiene que la desigualdad de oportunidades comienza en la primera infancia. Por eso, invertir en programas de calidad desde el nacimiento es una herramienta poderosa para reducir brechas sociales y económicas.

Bajo esa premisa, el plan nacional “Ecuador Crece sin Desnutrición Infantil” destinó USD 1.765 millones entre 2021 y 2025. Esto representa una inversión promedio de USD 353 millones por año, enfocada en atención médica, bonos para madres, nutrición infantil y fortalecimiento de servicios como los Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV).

Políticas públicas dirigidas a la primera infancia

En Ecuador, las políticas públicas encaminadas a la atención prioritaria de niños en la primera infancia se consolidaron institucionalmente a partir del año 2012, durante el gobierno del presidente Rafael Correa Delgado (2007–2017), como parte de la estrategia del Plan Nacional para el Buen Vivir.

Esto, dice la psicopedagoga Alejandra Choez, no implica que antes no haya existido un plan de atención a este sector. Hubo múltiples acciones en favor de los niños del país, pero sin coordinación efectiva. El INNFA (Instituto Nacional del Niño y la Familia), el Ministerio de Bienestar Social y ONGs ofrecían servicios, pero carentes de una política articulada.

Los Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV) comenzaron a funcionar en Ecuador a partir del año 2013, como parte de una política pública impulsada por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) durante el gobierno de Rafael Correa.

El primer centro emblemático fue inaugurado en Guayaquil en abril de 2013. Esto marcó el comienzo de una nueva etapa en la atención integral a la primera infancia.

Estos centros fueron diseñados para reemplazar los antiguos centros infantiles, con un enfoque más estructurado, técnico y centrado en el desarrollo integral de niños de 0 a 5 años.

Sin que la construcción de 65 CIBV en 15 provincias implique que el manejo de la primera infancia sea 100 % efectivo, los servicios que prestaban abarcaban desde alimentación, estimulación temprana, cuidado diario y participación comunitaria.

Para la psicóloga Yadira Solano, que los Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV) sigan funcionando no solo genera esperanza para las futuras generaciones, sino que también promueve un Estado más justo y equitativo.

“Estos CIBV forman parte de la estrategia Infancia Plena, liderada por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), con el objetivo de erradicar la desnutrición infantil y promover el desarrollo desde el inicio del ciclo de vida. El objetivo principal, en este 2025, se mantiene indeleble.

Alimentan con cuatro comidas diarias que cubren hasta el 70 % de las necesidades nutricionales de los menores y permiten que madres trabajadoras accedan a empleo sin descuidar el desarrollo de sus hijos”.

Al conocer los beneficios que otorgan los CIBV, María Claudia dice que acudirá de inmediato a buscar una atención integral para la pequeña Stefani.

Afirma que, si los centros son gratuitos y le garantizan el bienestar de su hija, la dejará al cuidado de expertos en el manejo de niños. Reconoce que, aunque su madre le presta ayuda desinteresada, no es especialista ni tiene el tiempo ni la paciencia suficiente para lidiar con la menor.

 “Sé de la importancia del desarrollo de mi hija en estos primeros años, y por ello estoy decidida a buscar ayuda”, dice la mujer mientras camina de la mano de su pequeña, por esos pasillos deteriorados. (I)

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Post Author: Redaccion

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