
Abg. Elio Roberto Ortega Icaza, Mediador-Criminalista
La Troncal Amazónica, columna vertebral del transporte en la región oriental del Ecuador, recorre las seis provincias que conforman la Amazonía ecuatoriana: Sucumbíos, Orellana, Napo, Pastaza, Morona Santiago y Zamora Chinchipe.
Esta vía no solo representa un eje estratégico para la movilidad interna de sus habitantes, sino que también es una arteria esencial para el desarrollo económico, el turismo y, especialmente, la industria petrolera.
Hoy por hoy, la Troncal Amazónica y sus puentes son considerados transitables y confiables.
Las autoridades del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), junto al Ecu-911 y los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) provinciales y cantonales, han reportado que las vías se encuentran operativas.
Sin embargo, esta confiabilidad no está exenta de desafíos estructurales y logísticos que deben observarse con atención.
Realidad singular
Sucumbíos y Orellana, provincias emblemáticas por su producción petrolera, enfrentan una realidad vial singular. Las carreteras son angostas y muchos de sus puentes son de una sola vía, lo que limita el flujo eficiente y seguro del transporte.
A diario, estas estructuras soportan el peso de tanqueros, tráileres, plataformas de cama baja y maquinaria de gran tonelaje, sometiéndolas a un desgaste constante.
La ingeniería de estas infraestructuras ha demostrado, en muchos casos, una admirable resistencia. No obstante, su mantenimiento debe ser permanente, riguroso y técnicamente respaldado para evitar colapsos que ya se han presentado en otros puntos del país.
Desde la óptica turística, la Troncal Amazónica, sigue siendo una ruta de entrada atractiva hacia reservas naturales, comunidades ancestrales, ríos cristalinos y paraísos biodiversos.
Su funcionalidad actual permite a los visitantes recorrer la región con relativa seguridad. Sin embargo, el turismo sostenible exige más que una carretera en pie; requiere accesos seguros, señalización adecuada, servicios de emergencia eficientes y una visión de desarrollo que respete la fragilidad ambiental y social de la Amazonía.
La dualidad entre la presión petrolera y el impulso turístico exige un equilibrio fino: que las carreteras amazónicas sean resilientes para el transporte industrial sin perder la capacidad de acoger al viajero que busca experiencias auténticas en medio de la selva.
Esto requiere una inversión pública constante y políticas territoriales que prioricen no solo el mantenimiento, sino también la ampliación y modernización de la red vial amazónica.
Confiables, sí. Resistentes, también. Pero no infalibles. La Troncal Amazónica es hoy una vía funcional, pero su sostenibilidad a largo plazo dependerá de la voluntad política, la participación comunitaria y el compromiso técnico para preservar la columna vertebral de una región que sigue siendo vital para el Ecuador.
¡Y el tiempo sigue su marcha…! (I)
