
ARCHIDONA, Napo
Inquieta, cariñosa y siempre lista para la aventura, Luna, una labrador retriever de seis meses, se ha convertido en la nueva protagonista del Gran Cañón de Archidona. Saltando entre la maleza, su energía y carisma cautivan a quienes visitan este mágico rincón de la Amazonía.
Luna sigue los pasos de Gina, una mestiza entre pastor alemán y siberiano, que durante seis años fue la guía inseparable de los turistas y dejó un legado imborrable en este lugar. Ambas perritas nacieron en Quito, pero encontraron su hogar en la Amazonía.
Helen Bedoya, dueña de Luna, recuerda cómo Gina conquistó a los visitantes con su lealtad y destreza. Ahora, Luna continúa esa tradición, ganándose el cariño de todos con su simpatía y espíritu aventurero.
“Trajimos a Luna desde Quito cuando era muy pequeña. La adopté allá, y ahora es una de las consentidas de la hostería. Los turistas la adoran, se toman fotos con ella, incluso algunos han querido llevársela”, comparte Helen.
Desde sus primeros días en la hostería, Luna mostró un interés innato por explorar. Acompañó a Helen en un curso de rescate acuático y, desde entonces, aprendió a reconocer cada rincón del cañón y los senderos que conducen a los paisajes más impresionantes de la zona.

Una guía de cuatro patas
En tan solo dos meses, Luna se ha convertido en una experta en senderismo. Su curiosidad y facilidad para adaptarse la han integrado rápidamente al equipo de guías de la hostería. Pero Luna no solo guía; también cuida de los visitantes y del entorno. Es conocida por su debilidad por el maito y el pollo, que forman parte de su alimentación, y por ser la “consentida” del equipo.
“Luna es como Gina, siempre está presente en los recorridos con los grupos de turistas”, asegura Helen.
La pequeña labrador conoce cada sendero y laberinto de la selva, mostrando un impresionante sentido de orientación que deslumbra a todos. Su energía inagotable y su habilidad para conectar con las personas la convierten en una compañera inseparable durante las expediciones.
Luna es más que una guía; es el alma del lugar. Con un meneo de cola y una mirada tierna, recibe a los visitantes en la entrada de la hostería. Su entusiasmo contagia a todos, creando un ambiente de bienvenida que pocos olvidan.
Durante los recorridos, se asegura de acompañar a cada grupo con un “servicio personalizado” que termina en la puerta de las habitaciones o al final de la jornada en la selva.
Al finalizar cada aventura, Luna despide a los excursionistas con su característica alegría. Para muchos, es imposible no recordar su mirada dulce y su energía contagiosa. Luna no solo acompaña; también protege, aportando un toque especial que distingue al equipo de guías humanos.
Luna, como antes lo hizo Gina, no solo es una guía turística: es un símbolo de hospitalidad, alegría y amor por la naturaleza. Su legado como embajadora de cuatro patas del Gran Cañón de Archidona apenas comienza, pero ya ha demostrado que, con su lealtad y entusiasmo, dejará una huella imborrable en quienes tengan la fortuna de conocerla. (I)
