
Por Elio Roberto Ortega Icaza, MsC
La Navidad llega cada diciembre como una llamada profunda al corazón humano. No es únicamente una tradición religiosa ni una celebración social; es un tiempo de reflexión que invita al amor, la paz y el perdón.
Para la población cristiana, este mes recuerda el nacimiento del Niño Dios, símbolo de humildad, esperanza y reconciliación entre los seres humanos.
No obstante, en medio de una sociedad marcada por la prisa, la confrontación y la indiferencia, el verdadero significado de la Navidad parece perderse.
Valores esenciales como la amistad, el respeto, la solidaridad y la resiliencia se ven amenazados por el individualismo, la intolerancia y la falta de diálogo. Vivimos tiempos en los que se habla mucho, pero se escucha poco; se juzga rápido, pero se comprende menos.
En este contexto resulta inevitable recordar la célebre reflexión de Martin Luther King Jr.: “Hemos aprendido a volar como las aves, hemos aprendido a nadar como los peces; pero lamentablemente no hemos aprendido el difícil arte de vivir como hermanos.” Sus palabras mantienen plena vigencia y nos interpelan como sociedad.
El avance tecnológico y material no ha sido suficiente para enseñarnos a convivir con dignidad, empatía y justicia.
La Navidad nos invita a detenernos y mirar al otro con humanidad. Es un tiempo propicio para sanar heridas, practicar el perdón sincero y reconstruir la convivencia desde el respeto mutuo. Celebrar la Navidad no consiste solo en luces, regalos o reuniones, sino en asumir un compromiso ético con la paz y el bienestar colectivo.
Desde esta tribuna del pensamiento y la justicia, exhorto con respeto a la ciudadanía ecuatoriana a revivir cristianamente el nacimiento del Creador de la naturaleza, en un ambiente de paz, amor y reconciliación.
Hoy más que nunca, el país necesita menos confrontación y más humanidad; menos indiferencia y más solidaridad. “Paz y amor”, dice el Señor. Que este mensaje no quede reducido a un saludo de temporada, sino que se transforme en acciones cotidianas que dignifiquen al ser humano. Porque mientras exista la capacidad de amar, perdonar y respetar, la Navidad seguirá siendo una oportunidad real para reencontrarnos como hermanos. (I)
