Los habitantes del país claman justicia y nadie los oye. Las palabras y ofrecimientos se los lleva el viento y las calles se llenan de muertos y sangre. Los sicarios, asaltantes y criminales hacen de las suyas sin que la justicia se haga eco del clamor ciudadano: ¡PAREN DE MATAR! El pueblo… sufrido y aguantador, es el que pone los muertos. Ya basta.
¡Y el tiempo… sigue su marcha! (O)