Por José Chica Pincay, MSc.
Pedro Granja, abogado y figura pública conocida por su firmeza en la defensa de los derechos de los ecuatorianos, ha sorprendido a muchos con un cambio notable en su discurso político.
Durante años, Granja fue visto como un referente de integridad y consistencia en sus posiciones. Sin embargo, recientes declaraciones han generado controversia y división entre sus seguidores, especialmente aquellos que se identifican con el correísmo. Este giro ha suscitado preguntas sobre su verdadera motivación y su postura en el escenario político actual.
Desde que Pedro Granja se lanzó a la candidatura presidencial, su intención inicial parecía clara en proteger los intereses del pueblo ecuatoriano. Y, en su intento por ganarse el favor de un sector más amplio del electorado, ha optado por criticar figuras con las que antes compartía afinidades ideológicas.
Este cambio ha sido percibido por muchos como un acto de doble moral, generando descontento y desconfianza entre quienes lo apoyaban incondicionalmente.
La crítica más dura proviene de aquellos que ven en sus palabras un ataque directo al correísmo, movimiento que él mismo defendió en su momento. Este giro inesperado ha llevado a muchos a cuestionar si Granja está utilizando a Rafael Correa, exmandatario ecuatoriano y líder del movimiento RC-5, como un recurso estratégico para obtener votos.
Las acusaciones de oportunismo y de actuar como los «politiqueros de siempre» no han tardado en surgir, manchando su imagen de defensor de principios inamovibles.
La estrategia de Granja, basada en no atacar a figuras políticas como el presidente Daniel Noboa, mientras se distancia de Correa, parece diseñada para atraer a votantes descontentos con el gobierno del ex mandatario Correa.
El caso de Pedro Granja refleja una tendencia recurrente en la política ecuatoriana, donde las lealtades se ven eclipsadas por las ambiciones personales. Este comportamiento, que algunos tildan de «doble moral», pone en evidencia las contradicciones que surgen cuando los principios se ven comprometidos por el afán de poder.
Las reacciones de sus seguidores no se han hecho esperar. Algunos, decepcionados, lo acusan de actuar «igual que los odiadores», mientras otros lamentan que su actitud lo asemeje a los «politiqueros de siempre».
La política es un terreno complejo, donde las decisiones y los discursos tienen un impacto duradero en la percepción pública. Pedro Granja, al dividir su pensamiento y adoptar una postura crítica hacia el correísmo, ha dejado de ser la figura unificadora que muchos apreciaban.
En este contexto, es importante reflexionar sobre el papel de los líderes políticos en la sociedad. ¿Hasta qué punto es válido cambiar de postura en función de las circunstancias? ¿Es la coherencia un valor indispensable en la política, o es legítimo adaptar el discurso para alcanzar nuevas metas? Estas son preguntas que tanto Pedro Granja como sus seguidores deberán considerar en el futuro cercano.
En resumen, el caso de Pedro Granja es un recordatorio de que en política, las palabras y las acciones tienen un peso significativo. Aquellos que aspiran a liderar deben ser conscientes de que sus decisiones no solo afectan su carrera, sino también la confianza que el pueblo deposita en ellos.
Granja, al modificar su discurso, ha abierto un debate sobre la autenticidad y la coherencia en la política ecuatoriana. Los ciudadanos, por su parte, deben evaluar con cuidado a quienes eligen como sus representantes, considerando no solo sus palabras, sino también su historial de acciones y lealtades. (O)