
Por Johnny Alvarado Domínguez, Periodista
Los contendores que la alcaldesa, Cynthia Viteri tendrá en frente el próximo 15 de enero, en el debate obligatorio, llegaron por medio de un sorteo público y transparente. Sin embargo, lo ideal sería hacerlo con opositores de mayores opciones para ganar. Si lo hace quedará demostrado que Viteri no se arredra ante ningún candidato. Porque, aunque el sorteo goza de legitimidad, lo más lógico y hasta ético es que mande a callar a esos rivales que -según ella- la calumnian y le inventan negociados inexistentes.
Muchas de esas denuncias fundamentadas en investigaciones periodísticas realizadas por diario Expreso y que según -otra vez, ella- no tienen validez.
Con esa premisa, Viteri si quiere dejar claro su liderazgo y transparencia debe desmontar -lo que llama falacias y patrañas- y buscar a los candidatos con más posibilidades de triunfo como Jimmy Jairala, Pedro Pablo Duart y al delfín correista, Aquiles Álvarez.
A ellos debe interpelarlos para demostrar que su propuesta es mejor. Con esa acción -seguramente- los guayaquileños volverán a confiar en ella y se levantará con un triunfo irreversible.
Pero más allá de las aspiraciones de Viteri, en el Ecuador se vive una especie que caciquismo y caudillismo. Pocos quieren soltar la administración de los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD).
De los 221 alcaldes que existen en Ecuador, 206 pueden ir a la reelección en los comicios locales que se desarrollarán en menos de 2 meses. Los burgomaestres que aspiran a ser reelectos aseguran que lo hacen movidos por amor a sus terruños y que nadie mejor que ellos para culminar con éxitos grandes obras pensadas en beneficio de sus pueblos.
Sin embargo, sus paupérrimos argumentos son poco creíbles y más bien se avizora una serie de privilegios como escoltas, vehículos, honores y atenciones que solo sirven para abotagar sus insaciables egos. A eso se suma que si el funcionario no manejó los recursos de forma diáfana bien podría encubrir acciones taimadas y dolosas. Entonces reelegirse resulta un buen negocio y no la mejor opción del pueblo.
Sería injusto caer en generalidades. Si en realidad Viteri está convencida que su administración es impoluta y encaminada al desarrollo de su territorio, con vocación de servicio, ética y una transparencia profunda, lo más lógico y coherente es que no tema a candidato alguno, y aunque legalmente no tenga que debatir con sus más férreos detractores, ella los debería buscar para poner los puntos sobre las íes y así ratificar ese liderazgo que -en Guayaquil- ostenta su partido desde 1992.
Lo opuesto es que se atrinchere y se arriesgue a ser víctima de los comentarios -muchos de ellos pueriles- que se hacen en redes sociales. Algunos llegan a las masas, más como rumores que como certezas y con dardos embebidos en veneno. Si ella -como postulante- no los detiene, su candidatura entrará en una crisis profunda y difícil de revertir. (O)
